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EL NÚMERO Y LA MÚSICA DE LAS ESFERAS

Solemos pensar en las artes y las ciencias como dos lenguajes de aproximación a la realidad completamente distintos.  Esta dicotomía se evidencia como falsa, cuando al observar la integralidad de conciencia con la cual personajes como Leonardo Da Vinci, Johannes Kepler, Mauritus Escher o Johann Sebastian Bach, plasmaron la visión de un Universo regido por leyes numéricas, pero expresadas en diferentes lenguajes: matemáticas, música, anatomía, arquitectura, pintura, astronomía, física, ingeniería…

Como ejemplo, y en lo que concierne a esta columna, la arquitectura de la composición musical revela el uso de un código de programación y ejecución basado en el desarrollo de variables numéricas en términos de frecuencia, intensidad y timbre, desenvolviéndose dinámicamente a través del tiempo. El ritmo es la resultante de la sucesión entre sonidos y silencios a lo largo de una linealidad temporal (algo bastante básico, pero estructural, como el código binario: unos y ceros). La melodía se deriva de la asignación de frecuencias de oscilación a esos sonidos, dentro de un ámbito audible para el oído humano (entre 20 y 20.000 hertz), expresada en una linealidad rítmica. La armonía, sería la resultante de la suma de 2 o más frecuencias vibratorias, expresadas en una linealidad melódica. Estas 3 determinantes físicas y musicales básicas (ritmo, melodía y armonía), son inherentes a la manifestación de la música tal como la conocemos en este plano físico, tridimensional, material y atmósferico, en donde nos hemos acostumbrado a percibir el sonido con el aparato sensorial, única y limitadamente a través de las vibraciones de las moléculas presentes en el aire. Podríamos llamar a esta, la música material o la capa más material de la música.

Volviendo a la noción del código primigenio de la música, expresado en la cualidad del número, podríamos concebir la presencia del sonido en todo objeto (expresada en vibración y frecuencia) ¿O es que acaso solo podemos escuchar los sonidos cuando provienen de la vibración del aire? ¿Cuántas veces no escuchamos vocablos, sonidos o música en nuestra mente, al meditar, imaginar, soñar o recordar? ¿Dónde se produce ese sonido? ¿Se origina acaso el sonido primero en la mente y luego en el aire? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Podría el sonido transmitirse a través del tejido etérico que todo lo conecta?

En este nivel, podríamos imaginar (o recordar), las formas posibles de captación de estas frecuencias inmateriales. A partir de postulados pitagóricos y aristotélicos, Johannes Kepler habló de la música de las esferas como la música que emiten los cuerpos celestes, teniendo en cuenta las órbitas trazadas, en desplazamientos regulares por el cosmos. Teoría así mismo refutada por la mente adherida a la musicalidad física, dado el estrecho segmento de la realidad experimentable, en la que se sostiene, donde el sonido solamente puede ser captado por la vibración de las membranas auditivas, debido al movimiento de las moléculas de aire.

Así lo expresó un Arcángel de Nebadón en El Libro de Urantia: “ La mayoría de los mortales de Urantia reacciona a la música tan largamente con los músculos materiales y tan ligeramente con la mente y con el espíritu; pero ha habido una mejoría constante en la apreciación musical durante más de treinta y cinco mil años.”

Por mi parte, disfruto el movimiento de este compendio esquelético y muscular, que responde a la música, e igualmente aspiro a la alineación de mi mente y mi espíritu con las melodías trazadas desde el origen a lo largo de filamentos puros de Luz.

Por lo pronto, dejo aquí algunas sugerencias de música para el despegue gravitacional, para vérselas con los vecinos del  para ser escuchada con ojos cerrados, a manera de viaje interior: la famosa Suite “Los Planetas”, del compositor inglés Gustav Holst, con algunos comentarios sobre 5 de las 7 piezas. Esta serie de composiciones, reflejan la conexión de Holst con Marte, Venus, Mercurio, Júpiter, Urano, Saturno y Neptuno y sus correspondientes deidades dentro de la mitología grecorromana.

  1. Marte, el portador de la guerra”. Un viaje a épicas batallas planetarias, en donde la destrucción es devastadora. Este fue el primer movimiento en ser terminado, justo un mes antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.
  2. Venus, el portador de la paz”. Un renacer posible gracias a los filamentos de luz y amor imperecederos. Tejidos sonoros que crean belleza, orden, armonía y reconciliación.
  3. Júpiter, el portador de la alegría”. Una transfusión de vitalidad, júbilo, alegría y gozo.
  4. Saturno, el portador de la vejez”. Una pieza pesada, obstinada y oscura, muy útil para develar aspectos inconscientes de la sombra.
  5. Neptuno, el místico”. Un viaje hacia mundos irreales, en donde la conciencia ordinaria pierde su forma, para penetrar en lo desconocido y develar lo que se encuentra detrás de lo habitual.

Versión sugerida: Gustav Holst, Sir Adrian Boult, London Philharmonic Orchestra, Geoffrey Mitchel Choir.